Loinkiumbar esperaba por los resultados de sus análisis, con la esperanza de que estos le explicasen su repentino desmayo. Había llegado a Perú hace cuatro años, cuando la falta de oportunidades la obligó a abandonar su natal Venezuela.
Luego de desempeñarse en diferentes oficios, corriendo la misma suerte que la mayoría de los migrantes, consiguió un trabajo como seguridad de eventos en el que no le iba mal. Al llegar sus resultados, también lo hicieron las malas noticias: tenía un tumor cerebral.
Su historia
En agosto del año 2017, Loinkiumbar llegó al país, como se dice coloquialmente, “mochileando”. Su idea, en principio, era quedarse seis meses y luego regresar con su familia; a día de hoy, ya han pasado ocho años desde aquel invierno.
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Dejando dos hijos pequeños en Venezuela y acompañada del mayor, el primer contacto que tuvo con el país se vio manchado por un problema que no ha decrecido desde entonces: la xenofobia.
“Me encontré con muchas personas que decían cosas feas de los venezolanos como ‘váyanse de mi país’ o ‘ustedes han venido a invadir mi país’. Eran cosas muy feas que, al principio, me hicieron sentir humillada… pisoteada”, señaló.
Aun en la adversidad, Loinkiumbar se propuso demostrarle a los peruanos que no todos los venezolanos son malos ni ladrones.
Llegada al Perú e inicios como lideresa
Luego de ingresar por Tumbes, Loinkiumbar llegó a Chiclayo, en donde empezó como vendedora ambulante de caramelos, hasta que, luego de un tiempo, una iglesia local le brindó su ayuda. Fue ahí cuando el padre Juan Pablo la llevó a la organización Cáritas. “Ahí fue que empecé a llegar a estas organizaciones y también empecé a ayudar a otros venezolanos que necesitaban apoyo”, comenta.
“Me vi en la obligación de ayudar con su regularización a los migrantes de diferentes países, porque, cuando tienes tus documentos, cambia completamente tu estilo de vida”.
Gracias a esas acciones, Loinkiumbar se hizo conocida entre los migrantes. “Un día ya era la voz principal de los migrantes”. Además de Cáritas, la lideresa ha tenido la oportunidad de trabajar con otras organizaciones que empezaron a comunicarse con ella. “Me ha tocado escuchar historias muy duras. Tengo compatriotas con un grave estado de depresión o enfermedades como diabetes o leucemia”.
Adversidades de la vida
Luego de enterarse del tumor, Loinkiumbar acudió a otro médico, esperando que el primer diagnóstico haya sido equivocado. Lamentablemente, el segundo diagnóstico confirmó su enfermedad y no tuvo más opción que aceptar la cruda realidad.
“El tumor está alojado en la parte posterior de la cabeza y no pueden operarme porque tengo un 80% de probabilidades de morir en la operación. El otro 20% podría dejarme en estado vegetal”, lamentó. Sin embargo, lejos de tumbarla o hacerla desistir de sus objetivos, Loinkiumbar aprovecha su condición para disfrutar cada momento de la vida.
“Le doy gracias a Dios por cada día, porque lo tomo como un regalo. No descanso en ayudar porque esto es algo que hago de corazón, me hace feliz ayudar a los demás”, enfatiza la lideresa.
La falta de documentación
Loinkiumbar espera poder realizar un operativo masivo en el que se pueda regularizar temporalmente a otros migrantes. “Estoy luchando para que me lo aprueben.
Aquí, en Chiclayo, hay una población de 450 migrantes que no tienen ningún documento migratorio todavía. Hay mucha persecución y los operativos sacan a las personas como si fueran animales a la frontera”.
Al ser consultada sobre la nueva normativa, la cual exige visa y pasaporte a los ciudadanos venezolanos, la lideresa se mostró en desacuerdo, argumentando que no todos los extranjeros tienen el dinero para conseguir esos documentos.
“En mi opinión, es preferible exigir la ausencia de un expediente penal. De esta forma, sería más justo”. La historia de Loinkiumbar es el reflejo de una mujer que no se hundió en la lluvia, sino que aprendió a nadar debajo de ella. Su equipo de trabajo, llamado ‘En la Unión Está la Fuerza’ e integrado por sus ayudantes Jhosmar Magallanes y Mauri Magallanes, sigue brindando apoyo a otros extranjeros sin cobrarles ni pedirles nada a cambio.
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