La herida abierta desde aquella tarde del 21 de febrero sigue sangrando. Seis meses después, la incertidumbre por la reapertura del centro comercial más importante de la ciudad mantiene de rodillas a cientos de familias que dependían de él para sobrevivir.
Han pasado ya seis meses desde que el techo del patio de comidas del Real Plaza Trujillo colapsó en medio de un día común de compras y esparcimiento. La tragedia dejó seis vidas segadas, 192 personas heridas y una ciudad entera en shock. Lo que alguna vez fue un punto neurálgico de encuentro y prosperidad, hoy es un espacio fantasma, custodiado por muros y recuerdos dolorosos.
Lo que empezó como una promesa de seguridad y reactivación económica terminó convertido en un símbolo de abandono, miedo e incertidumbre. Detrás de los candados y las cintas de clausura, no solo quedaron paredes vacías: quedaron sueños rotos, empleos perdidos y un comercio local al borde del colapso.
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Golpe mortal a la economía local
“El cierre del Real Plaza ha sido devastador. Las ventas de los negocios de alrededor han caído entre un 40% y un 60%. Varios ya no existen”, advierte con preocupación Francisco Huerta, decano del Colegio de Economistas de La Libertad.
Dentro del centro comercial funcionaban cerca de mil negocios, que en conjunto generaban más de 8 mil empleos directos e indirectos. Alrededor, 127 comercios formales daban trabajo a otras 4 mil personas. Hoy, buena parte de esos empleos son historia.
Ante la caída brutal en ventas, algunos locatarios han huido hacia otros centros comerciales como el Mall Plaza, intentando sobrevivir a un golpe que, para muchos, ha sido irreversible. Huerta y otros especialistas coinciden: la clausura total y prolongada fue una medida desproporcionada. Piden a gritos una fecha clara para la reapertura, antes de que el comercio en esta zona de la ciudad muera definitivamente.
Un paisaje desolado y peligroso
El problema no es solo económico. La clausura ha convertido la zona en un desierto urbano, con calles que antes bullían de vida y hoy lucen vacías. La poca afluencia de personas ha disparado la inseguridad, obligando a muchos comercios sobrevivientes a cerrar antes de lo habitual.
Las únicas excepciones son las discotecas, que mantienen su actividad nocturna, pero en un entorno marcado por el deterioro y la falta de vigilancia. La sensación general es que la zona ha sido abandonada a su suerte.
Un futuro en suspenso
Los inversionistas y empresarios locales presionan por una respuesta: ¿Cuándo volverá a abrir el Real Plaza?. La falta de definiciones ahuyenta nuevas inversiones, agudiza el desempleo y acelera el deterioro económico del sector.
Mientras tanto, las familias que dependían de estos ingresos cuentan los días, los meses y las deudas. Y la ciudad, que ya vivió la pérdida irreparable de seis vidas, enfrenta ahora otra tragedia silenciosa: la lenta muerte de su comercio local.
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