El crecimiento económico en Cusco genera nuevas esperanzas con más empleo. También crea empleos y mejora la calidad de vida. Esta dinámica fortalece la lucha contra la pobreza. Durante 2024, Cusco creció apenas 0.8%, mientras el promedio nacional llegó a 3.3%. Sin embargo, este leve avance no es irrelevante. A pesar de un contexto difícil, algunas actividades mantienen su empuje.
Según el economista Erick Chuquitapa, miembro de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), las empresas invierten cuando detectan oportunidades. Estas pueden surgir por nuevas carreteras, más turistas, o vecinos con mayor capacidad de consumo.
Por ejemplo, una panadería familiar puede contratar a una ayudante o comprar un horno nuevo. Esa acción beneficia a varios actores. Así, una sola venta genera ingresos y empleos adicionales. Chuquitapa explica que más empleos e ingresos permiten reducir la pobreza. Las familias acceden a mejores oportunidades gracias al dinamismo económico.
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El Banco Mundial respalda esta visión. Entre 2004 y 2019, el 85% de la reducción de la pobreza en Perú se relacionó con el crecimiento económico. Solo el 15% provino de programas estatales o transferencias. El crecimiento económico en Cusco también beneficia al Estado. Cuando las empresas venden más, pagan más impuestos. Esos ingresos sirven para mejorar educación, salud e infraestructura. La gestión adecuada de esos recursos permite cerrar brechas sociales. También construye un futuro más equitativo.
Crecimiento económico en Cusco depende de inversión privada que genera empleo
El principal motor de este crecimiento sigue siendo la inversión privada. El Banco Central de Reserva del Perú indica que esta representa dos tercios del aumento del PBI. Chuquitapa señala que no solo las grandes empresas impulsan esta inversión. También lo hacen los emprendedores y microempresas.
En Cusco existen cerca de 93 mil micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes). Estas organizaciones sostienen el empleo regional y fortalecen la economía local. Sin embargo, hay un reto pendiente: la informalidad. Solo el 4.1% de las mipymes cusqueñas está formalizada, según el Ministerio de la Producción.
Muchas de estas empresas no están registradas ante la SUNAT. Por ello, no acceden a beneficios del Estado ni a seguros. Además, sus trabajadores carecen de derechos laborales formales. Esta situación afecta la calidad del empleo. Aunque haya actividad económica, muchos empleos no ofrecen estabilidad ni protección social.
Chuquitapa subraya que para convertir el potencial de Cusco en desarrollo real, se necesita estabilidad. Las empresas deben sentir confianza en el entorno. También se requieren reglas claras y fuertes instituciones. Solo con condiciones previsibles, las empresas se animarán a crecer. Y los emprendedores apostarán por formalizarse y generar empleo de calidad. Así, Cusco puede avanzar hacia un futuro más próspero. Las oportunidades existen. El desafío está en crear el entorno necesario para que todos puedan aprovecharlas.