En el Pabellón del Minam de la ExpoAmazónica 2025, el arte se ha convertido en una poderosa herramienta de conservación. Artesanas de comunidades nativas vecinas al Parque Nacional Cordillera Azul (PNCAZ) exponen creaciones que no solo rescatan saberes ancestrales, sino que también generan ingresos directos, demostrando que la sostenibilidad económica y ambiental son inseparables.
La participación de estas lideresas en la feria es fruto de un acuerdo de conservación y co-gestión con el Sernanp y su aliado CIMA, que las empodera como guardianas de los bosques. Sus testimonios son un reflejo de cómo se está tejiendo una nueva economía en la Amazonía.
Semillas, saberes y moda sostenible
Delia Cornejo Jiménez, de la Asociación de Artesanía Metsa Biri de Santa Rosa de Aguaytía, muestra con orgullo los frutos de su trabajo: pulseras, aretes y collares elaborados con semillas de Huayruro, así como prendas de algodón bordadas a mano.
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Delia explica que el material para sus piezas, proveniente de los bosques, las obliga a proteger el territorio: «Tenemos que estar cuidando, protegiendo porque a veces vienen las personas ilegales y están deforestando». Gracias a la alianza con el PNCAZ, han recibido apoyo para adquirir materiales y visibilizar su producto en diferentes ferias.

Los diseños de sus bordados no son aleatorios; son un lenguaje. Delia explica que la iconografía de sus vestidos y polos representa elementos sagrados de su entorno: cerros que marcan los caminos a las quebradas, hojas de árboles como el Huayruro y la Ayahuasca, y diseños en «punto cruz» que simbolizan la diversidad de peces del río, como el paco y el zúngaro.
Su motivación es doble: la supervivencia cultural y familiar. Ella se unió a la asociación para revitalizar las costumbres que se estaban perdiendo, y ahora enseña a sus dos hijas universitarias para que sean independientes y continúen con esta práctica que «genera ingresos».
La cultura viva de Kari Isa Xanu
A pocos metros, Zenaida Pérez, de la Asociación de Artesanas Kari Isa Xanu (etnia Kakataibo), expone bolsos de fibra natural teñidos con cortezas. Su marca, Yamino, lleva el sello verde de la conservación. Zenaida y otras 12 mujeres plasman en sus pulseras de mostacilla checa la cultura viva de sus ancestros.

Sus diseños son retratos del paisaje:
- Piel de boa (Pez Boa)
- Casitas (Malocas)
- El cerro Bashi (el cerro por donde caminaban sus ancestros, cuidando la fauna y la flora).
Zenaida, quien empezó con el arte a los 17 años inspirada por sus abuelas, también ha integrado a sus dos hijos a la labor. La artesanía es, para ella, un compromiso de generación tras generación con el medioambiente, pues el cuidado de los árboles asegura la materia prima.
La comunidad de Zenaida ha ido más allá: también ofrece ecoturismo con bungalows y paquetes vivenciales que incluyen visitas a sitios como la Colpa de Guacamayos y el Río Salado. La asociación ha recibido apoyo del Sernanp y CIMA con talleres, capacitaciones y maquinaria, lo que les permite mejorar sus producktos y asegurar que el ingreso a la comunidad sea sostenible.
Ambas artesanas coinciden en un mensaje para los visitantes: al comprar un producto 100% natural y hecho a mano, no solo se llevan una pieza de arte, sino que colaboran directamente con la preservación de la cultura y la conservación del bosque.
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