13.1 C
Cusco
InicioCuscoCusco OpinaLos últimos peregrinos del Señor de Huanca

Los últimos peregrinos del Señor de Huanca

Fecha de publicación

Los últimos peregrinos del Señor de Huanca en Cusco. Cada 13 de septiembre, un grupo de creyentes camina por encima del Pachatusan, en medio de la noche, el frío y el viento, a encontrarse con el Señor de Huanca. Hubo un tiempo en que peregrinaban miles de miles, hoy lo hacen muy pocos. Se cuenta que el Señor de Huanca apareció en septiembre en 1675, cuando Cristo se le presentó a Diego Quispe, indígena perseguido, y luegi quedó grabado en una roca. Desde entonces, el santuario se llena de fe, peregrinos y sanación.

- Publicidad -

Por: José Víctor Salcedo Ccama

La noche está llena de luna y de silencio. El cerro Picol, en San Jerónimo, está vacío y huérfano del bullicio de los años pasados. Mañana es el día del Señor de Huanca y, esta noche, camino otra vez en medio de un bosque de eucaliptos, arbustos e ichu. Busco una fe que todavía me es esquiva. A veces pienso que mi fe está completa y, otras veces, dudo; creo que todavía es una promesa incumplida.

La caminata será larga. Larga y cansada. Larga, cansada y durante toda la noche. Subiré montañas, caminaré con frío sobre la cumbre, a cuatro o cinco mil metros de altitud; luego descenderé jaloneado por el viento. Me dolerán los tobillos, la planta y los dedos de los pies. Tendré sueño y cansancio. Me darán ganas de tirar la toalla. Estaré ansioso por llegar al santuario de Siloe. Me temblarán las piernas. Estaré lleno de polvo. Me hará frío hasta los huesos. Pensaré en por qué sigo haciendo esto.

Será así, lo sé. Es la vigésima vez, o tal vez más, que camino de noche al santuario, a encontrarme con el médico del mundo. Mi primera vez fue cuando mi hermana me llevó casi obligado. No recuerdo el año, pero debió ser cuando estaba por completar la universidad.

Me acuerdo de que estaba molesto. Que, al llegar al santuario, casi ardo como en el infierno: un castigo a mi falta de creencia. Había amanecido cuando entré a la sala donde se encienden velas como tributo, favores o deseos, o lo que fuera. Se encendió una vela y mi polera. Apagué el fuego con la mano y, al hacerlo, me quemé los dedos. Me salieron sarpullidos. —Es un castigo por haberte enojado —dijo mi hermana. Mi hermana ahora está lejos; siempre pido por ella.

Como no estaba para regaños, me puse más furioso, aunque traté de ocultarlo. Un instante después, una calma profunda se adueñó de mí y, lejos de quejarme, caminé aliviado a escuchar misa. Fue así como todo empezó. O creo que así comenzó. Nunca más, salvo durante la pandemia y cuando salí del país, dejé de caminar a Siloe. Cada año, la noche del 13 de septiembre, tomo mis cosas y, solo o acompañado, camino. Antes llegaba en seis horas; ahora me toma ocho o más. Dicen que los años pesan, pero yo creo que el peso corresponde a nuestros pecados e imperfecciones.

- Publicidad -

El punto de partida es la plaza principal de San Jerónimo y la llegada, el santuario Sileo. Allí, según una versión corta, Cristo (Señor de Huanca) se le apareció a Diego Quispe, indígena perseguido, y luego quedó grabado en una roca. Desde entonces, cada 14 el santuario se llena de fe, peregrinos y sanación.

Viajes de fe

Siempre me he preguntado por qué uno caminaría diez o más kilómetros. No sé por qué lo haría una pareja jovencísima con su bebé de año y medio en brazos, ni por qué lo haría una mujer de casi sesenta años. Ni siquiera sé por qué yo lo sigo haciendo. No tengo una respuesta; no la he encontrado en dos décadas. La pareja dice que lo hace por fe, que quiere cumplir la triple peregrinación. La mujer dice que está acostumbrada, que peregrinó casi toda su vida aquí, allá y más allá, y que esta será la última vez.

Me asombra también que, cada año, haya menos caminantes. Miles y miles de feligreses lo hacían antes de la pandemia. Se hablaba de diez mil o más. Hoy no deben sumar ni quinientos. ¿Será quizás porque la fe también se cansa? Un hombre que camina rápido, como pisando nubes, cree que quedan pocos católicos, que muchos han sido seducidos por otras sectas religiosas.

Pero, a la hora de la misa, el templo está lleno. Los fieles acompañan al sacerdote en el ritual como corderos de Dios: se ponen de pie o se sientan cuando se les ordena; oran y responden a todo lo que se les pide. Han llegado en sus vehículos durante toda la noche para saludar al Señor de Huanca y han dormido en carpas alrededor del templo. Entonces, quizá, solo se ha perdido el hábito de caminar; ha cambiado la forma de expresar la fe. No sería extraño que así fuera, sobre todo en una época de cambios que aún no podemos entenderlos.

La fe en el mercado

En el santuario hay mucha gente. No tanto como antes, pero son muchos. Las piernas me tiemblan después de ocho horas de caminata. A la entrada del santuario discurre un riachuelo de agua cristalina, a los costados, estatuas de santos, cruces de piedra con flores, en un rincón, hombres y mujeres en fila, esperan su turno para acopiar agua que luego será bendecido por un cura en el templo, unos metros más abajo, en una piscina pequeña, los feligreses semidesnudos esperan bañarse con el agua sagrada, la misma agua, todavía no bendecida, dicen que cura las enfermedades, mujeres adultas y jóvenes con sus partes al aire, hombres calatos, la fe es más fuerte que la vergüenza, pienso, madres bañan a sus hijos con agua helada, son las seis de la mañana, el sol todavía no ha salido, la temperatura no debe superar los ocho grados, la campana anuncia el inicio de la siguiente misa, la tercera desde que empezaron las liturgias a las cuatro de la madrugada, los que bajamos del Pachatusan caminamos hacia el templo arrastrando los zapatos sucios, llenos de tierra, los que llegaron en autos corren por un asiento, el templo está lleno, me paro para hacer mis pedidos antes de que el cura empiece el ritual, es imposible mantenerme en pie, tengo que moverme para no caer de rodillas, salgo del templo, voy al área donde se encienden velas con pedidos, rezos, ruegos, el ambiente es pequeño, el calor de las velas consumiéndose convierte ese lugar en un pequeño infierno, es irónico, pienso, pero qué no lo es en este mundo imperfecto, busco un espacio libre, enciendo las velas, coloco una tras otras en un porta velas, a mi alrededor hay mujeres y hombres en posición de rezo, los ojos cerrados, las manos unidas, palma con palma a la altura de la cara, murmuran pedidos y súplicas, hago el mismo ritual desde hace veinte años tal vez, salgo del lugar sofocado, hasta ese momento no me había dado cuenta de que, como la primera vez, casi ardo en llamas, mi casaca se había achicharrado, solo que esta vez la tela era más gruesa, el fuego no logró hacer combustión, en la parte baja del templo, en una ladera, se han instalado carpas con fierros y plásticos, azules, verdes, multicolores, ahí se vende de todo, cuadros del Señor de Huanca pequeños, medianos y grandes, unos simples, otros, pomposos, adornados, encuadrados, los vendedores ofrecen maná, caldo de gallina que calma el hambre, el cansancio y el frío, tamalitos, réplicas de autos, casas, terrenos, edificios, remedos de títulos de propiedad, títulos y grados universitarios de todas las universidades peruanas, y algunas de Latinoamérica, ofrendas con billetes, serpentinas y mixtura, collares y alhajas con imágenes sagradas, herraduras de la suerte, estampitas protectoras, los vendedores, convertidos en bendecidores compulsivos, hacen rituales con agua bendita, sustancias de olores raros, dicen que es para que lo que uno ha comprado sea concedido, una forma del capitalismo más salvaje con la bendición de Dios.

Me alejo del santuario y vuelvo a casa en auto. Me llevó conmigo algunas chucherías y la única certeza posible: que ninguna fe está completa. Regreso con la idea de que el próximo año volveré a caminar, o quizá no, y sentiré lo mismo que siento hoy. Porque, al fin y al cabo —y enhorabuena— la vida es el camino, y vivir es caminar.

- Publicidad -

Últimas Noticias

Artículos relacionados

Las llamas de Cristian Cancho

Hace un par de noches, el azar quiso que me encontrara con un amigo....

Ríos y lagos son contaminados por mineros ilegales en Perú

⁠En nombre de esas fuentes de agua antes hubo marchas y resistencia comunitaria, pero...

Satipo: Fiscalía investiga a regidores por omitir control en compra de combustible 32% más caro

La Fiscalía inició una investigación preliminar contra los once regidores y el procurador de...

Ayacucho: 24 asesinatos se registraron en lo que va del año

La violencia continúa golpeando con fuerza a la región. Según el Sistema Informático Nacional...

Emprendimientos en Perú reinventan el chocolate con impacto social y económico

El Día Internacional del Chocolate, celebrado cada 13 de septiembre, tuvo su origen en...

Puno implementa boleto turístico tras reglamentación en Congreso

La región Puno se prepara para implementar el nuevo boleto turístico después de su...