Se dice que un viaje de lujo ofrece una experiencia exclusiva y personalizada, servicios de primera y trato privilegiado. No se trata solo de viajar en autos y trenes de lujo, ni de dormir en hoteles de cinco estrellas o comer en restaurantes carísimos. Es, sobre todo, vivir algo único e irrepetible. Para hacerlo, se necesita dinero. Hay turistas vieipi que viajan a conocer Machupicchu. Este texto es una breve aproximación a ese tipo de turismo.
José Víctor Salcedo Ccama
Cuando uno escucha la palabra vieipi, pronunciación castellanizada de VIP, sabe que alude a alguien importante. Tal vez un rockstar, un actor o actriz famoso, un rey, una princesa, un político, un escritor… En lenguaje del Tío Sam sería very important person. ¿O era very important people?
A Machupicchu llegaron muchos visitantes importantes. Mick Jagger, uno de los Stones, la visitó una mañana lluviosa y con neblina, rodeado de guardaespaldas que no dejaban que nadie se le acercara. Bono, el vocalista de U2. Jim Carrey, el de La máscara. Robert De Niro, el de Taxi Driver. Mario Vargas Llosa, el nobel de Literatura.
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El very important people llega a Machupicchu sin prisas ni cansancio. No madruga. No pasa frío. No hace colas. No viaja parado en un tren. Ni apretado como una sardina. No duerme en una cama con colchón duro en un hotel de cien soles. Viaja sin contratiempos, contento, cómodo. Tal vez lo incomode el soroche, el mal de altura. Nada que no resolverse con un mate de coca.
En cambio, un turista promedio pasa soporta el frío y las colas para el tren y los buses. A veces llega un día de protestas y no puede conocer a la ciudad inca. O no consigue entradas. Mientras el turista vieipi espera uno o dos días en el hotel, durmiendo en una cama king size con sábanas, quizás, de algodón egipcio. Pagar unos dólares más no importa, o no mucho. Después de conocer la ciudad inca se va satisfecho de haber visto algo único e irrepetible.
La llegada a Cusco
El viaje irrepetible empieza antes. Una miniván limpia y perfumada lo espera dentro del aeropuerto del Cusco. Llega a su hotel de cuatro o cinco estrellas. Por el traslado paga a una agencia de turismo 450 dólares por día.
Por una noche en una suite paga hasta 4 000 dólares. En el hotel Monasterio de Belmond, hay habitaciones desde 500 hasta 1.392 dólares; en el JW Marriott, de 339 a 526; en el Hilton Garden, de 240 a 313; en el Palacio del Inka, de 330 a 679; en el Palacio Nazarenas, de 1.000 a 4.235.
En Palacio Nazarenas, también de Belmond, una suite de 4.235 dólares consta de un dormitorio, sala de estar, anfitrión, bar, piscina, biblioteca, jardín, aire acondicionado, calefacción, minibar, baño de hierbas, clases de cerámica… una experiencia vieipi personalizada.
Un hotel de cinco estrellas suele tener su propio restaurante. Suelen sirven platillos gourmet preparados con productos andinos. Los chefs también son vieipi, omás bien world-class chefs. Pía León, elegida mejor chef femenina del mundo en 2021, se encarga del restaurante Mauka, en el Palacio Nazarenas.
El tren de lujo
El turista VIP no conoce la estación de Ollantaytambo. Sube a un tren lujoso, de Perurail o Inca Rail, en Cusco. Viaja en los trenes Expedition, Vistadome y Hiram Bingham Perurail, pagando de 71 a 540 dólares. O en el Voyager, el 360° o el First Class de Inca Rail, con tarifas desde 67 hasta 296 dólares.
El Hiram Bingham es el tren más lujoso. Parte de la estación Poroy, en Cusco, en un viaje por 540 dólares. Su nombre es un homenaje al descubridor científico de Machupicchu. Bingham halló la ciudad perdida de los incas el 24 de julio de 1911, en un día lluvioso y con neblina. Nueva años antes fue descubierta por el cusqueño Agustín Lizárraga. Ese tren es amplio, con enormes ventanas para ver el paisaje, y un techo transparente que deja ver el cielo azul serrano. El turista a bordo tiene acceso a un bar, almuerzo, cena gourmet, música y danzas en vivo. Puede incluir el bus de 24 dólares hacia la ciudad de piedra y un guía. A veces también cubre la entrada a Machupicchu.
Si no hay cupo en el Hiram, está el First Class de Incarailque cuesta 296 dólares. Un coche lounge con balcón al aire libre, menú de tres tiempos con productos andinos, música en vivo, guía y el bus hacia la ciudad inca.
La estadía en Machupicchu
Después de dos horas, el tren llega al pueblo de Machupicchu. Antes de conocer la ciudad inca, el turista puede quedarse en el Sanctuary Lodge, otro hotel de Belmond, ubicado en la puerta de la ciudad de piedra; en Inkaterra Machupicchu, junto al río Vilcanota y rodeado de orquídeas y árboles frondosos; en Sumaq Machupicchu Hotel o Río Sagrado.
En el Sanctuary, uno despierta en una cama king, con vistas a Machupicchu. Hay una sala de estar independiente, terraza amueblada, baño de mármol y minibar. Este hotel de Belmond cobra más de 2.000 dólares por noche. Pero detrás del lujo hay un conflicto: la concesión venció el 16 de mayo, pero Belmond mantiene el control con un arbitraje. Dice que necesita 64 meses más para recuperar sus pérdidas por pandemia y protestas sociales. Habla de 11 millones de dólares. Pero esa es otra historia.
Después del apacible viaje, el turista VIP regresa a su país satisfecho de haber conocido Machupicchu y vivido algo único e irrepetible. No hizo cola, no pasó frío, no sufrió el desorden. Tal vez ni se enteró que la concesión del hotel donde durmió está vencida. O que Travel and Tour World (TTW) advirtió que ya no vale la pena visitar Machupicchu.