Mientras Ayacucho lloraba a tres mujeres asesinadas durante Semana Santa —dos de ellas víctimas de feminicidio—, las autoridades regionales y locales optaron por el silencio. Ninguna autoridad de peso —ni el alcalde provincial, ni la vicegobernadora, ni la Prefectura Regional— emitió un pronunciamiento inmediato o convocó a una reunión de urgencia para enfrentar la crisis.
“Ni una palabra, ni un gesto. Pareciera que nuestras muertes no importan”, manifestó Celina Salcedo, vicepresidenta del Cotma, al diario Jornada. El dolor se convirtió en rabia durante la movilización realizada por familiares de las víctimas, quienes recorrieron las sedes del Gobierno Regional, la Municipalidad y la Policía sin recibir respuesta.
La indignación aumentó al conocerse que uno de los feminicidas es de un presunto expolicía, sin orden de captura activa, según lo manifestado por las organizaciones de mujeres de la región.
“¿Cómo pueden dormir tranquilos mientras el asesino camina libre?”, se preguntó Salcedo, tras denunciar posibles actos de encubrimiento y complicidad institucional.
El Comité de Mujeres ha exigido la presencia del alcalde en una reunión clave esta tarde, advirtiendo que no aceptarán su ausencia.
“No estamos dispuestas a seguir esperando la voluntad de funcionarios que ya demostraron su desinterés. Si no se presentan, las mujeres de Ayacucho saldremos nuevamente a las calles”, afirmó Salcedo.
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La crisis no es solo de violencia. Es también de abandono. El llamado es claro: las autoridades deben responder, o enfrentarán la fuerza de una ciudadanía que ya no tolera la indiferencia.
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