Este 29 de diciembre, el Perú conmemora 49 años del nacimiento de las Rondas Campesinas, una de las formas de organización comunal más significativas en las zonas rurales del país. Surgidas como respuesta a la ausencia de seguridad y justicia estatal para las poblaciones campesinas, esta organización ha marcado profundamente la vida social, política y territorial de regiones como Cajamarca y Amazonas, donde su experiencia cobra matices propios.
Orígenes y legado en Cajamarca
La historia de las rondas campesinas se remonta a Cuyumalca, un pequeño centro poblado de la provincia de Chota, en Cajamarca, donde el 29 de diciembre de 1976 un grupo de campesinos organizó la primera ronda con el objetivo de proteger sus bienes y su comunidad ante crecientes robos y el abandono estatal.
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Con el paso de los años, lo que inicialmente fue una vigilancia nocturna contra los delitos de abigeato y hurtos, se consolidó como un instrumento de justicia comunal, de protección de derechos y de cohesión social en las zonas andinas. Con la promulgación de la Ley N.º 27908, las rondas campesinas obtuvieron reconocimiento jurídico como organizaciones autónomas y democráticas, con capacidad de participar en procesos sociales, de seguridad y de justicia en su ámbito territorial.
En Cajamarca, las rondas han ejercido un papel histórico más allá de la seguridad básica. Durante los años de violencia interna, muchas comunidades ronderas se organizaron para resistir los embates del terrorismo, actuando como un cerco de contención frente a grupos subversivos en áreas donde la presencia estatal era mínima.
Además, esta experiencia ha trascendido la función estrictamente vigilante para convertirse en actor social activo en la defensa de recursos naturales, proyectos de desarrollo rural y fiscalización de autoridades locales. En varias provincias de la región, las rondas han liderado demandas por mejor infraestructura, respeto a los derechos territoriales y mayor presencia institucional del Estado.
Presencia y aportes en Amazonas
Si bien el origen histórico de las rondas campesinas está estrechamente ligado a la sierra norte, en los últimos años su presencia y adaptaciones locales también han tenido lugar en regiones amazónicas, como Amazonas. Allí, la organización comunal ha servido como estrategia de seguridad rural y de protección comunitaria, respondiendo a un contexto de vacíos estatales similares: limitación de fuerzas del orden, dificultades de acceso a justicia formal y amenazas a los recursos y medios de vida de las comunidades rurales.
En la región de Amazonas, las rondas campesinas han sido objeto de programas de fortalecimiento de capacidades en materia de orden público y seguridad rural, con decenas de talleres dirigidos a ronderos en varias provincias, con la intención de que puedan articular mejor su trabajo con las instituciones estatales y enfrentar los retos específicos de su territorio.
Además, en algunas zonas amazónicas se han registrado experiencias organizativas indígenas de autodefensa y guardianía territorial que, aunque distintas en origen cultural de las rondas andinas, comparten la lógica de protección comunitaria frente a la inseguridad, la minería ilegal, la tala o el tráfico de bienes comunes, reflejando una convergencia de demandas por justicia, autonomía y defensa del territorio.
En la encrucijada del presente
Casi medio siglo después de su creación, la vigencia de las rondas campesinas sigue siendo motivo de debate y reflexión en el Perú. Para muchos pobladores rurales, representan una expresión de agencia comunitaria indispensable en contextos donde el Estado aún no garantiza plenamente seguridad, justicia y desarrollo. Para otros sectores, su presencia plantea desafíos en cuanto a límites jurisdiccionales y coordinación con las autoridades competentes, motivo por el cual se han presentado hasta hechos de denuncia por el delito de secuestro, que es uno de los temas más comunes por el que ronderos y ronderas son procesados.
No obstante, en lugares como Cajamarca y Amazonas, las rondas campesinas siguen siendo una pieza clave de la vida rural: custodian caminos, bienes y tradiciones; articulan reclamos sociales; y simbolizan la resiliencia de comunidades que han aprendido a organizarse para proteger su existencia y su futuro.
Hoy, al recordar el 49.º aniversario de su creación, es indispensable reconocer ese legado de lucha, de cohesión comunal y de búsqueda constante de justicia, mientras se reflexiona sobre su papel en los desafíos del Perú rural contemporáneo.
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